lunes, 26 de noviembre de 2012

cuchara, tenedor y cuchillo


MICROFICCIONES ERÓTICAS, GASTRONÓMICAS y DESPIADADAS 


A DOS AMIGOS EN ALEMANIA:
 
a Esther Andradi en Berlín
y a Ricardo Bada en Colonia.

ENTRADA / AMARANTO

E N T R A D A
Miroslav Scheuba, poeta y cocinero como le gusta definirse, nos convida acá con los más suculentos, picantes, sorprendentes e incitantes sabores, texturas y colores, basados en platos-palabras prolijamente dispuestos por orden alfabético. Del amaranto a los zapotes y zapotillas, Miroslav despliega su metafórico menú y con un paso extra de buen equilibrista sobre la cuerda floja, titula con los signos que más nos interpelan hoy en día –pesos, numeral, arroba– una breve crónica de los estimulantes vahos o el recuerdo de ellos que quizá lo acompañaron en el momento de trasladar las recetas de la marmita de su cacumen a la bandeja de la microliteratura en una degustación plena de exultante variedad.
Pero su munificencia no se limita a los textos. También nos brinda los instrumentos, implementos o herramientas –extrañamente llamados “cubiertos”– que empleó para preparar su sabroso menú. A saber:
La cuchara para no desperdiciar ni la más mínima gota de jugo significante.
El tenedor para pinchar cada palabra aromática y precisa, cazándola al vuelo.
El imprescindible cuchillo para cortar por lo sano y mantener estos escritos “eróticos, gastronómicos y despiadados” dentro del rigor impuesto por la muy demandante microficción misma, la que puede ser considerada la nouvelle cuisine de la narrativa.
Luisa Valenzuela

AMARANTO

Cuando nuestra abuela materna quedó viuda, se buscó un marido más joven y francés; tener una buena calidad de vida sexual era muy importante para ella. Sin embargo, después de un año de matrimonio, Galo comenzó a fallar. Mamina no se desesperó, se sabía buena cocinera, arte que le permitiría solucionar el asunto a la brevedad. El francés bien alimentado iba a mejorar, en caso contrario, estaba decidida volver a enviudar. Alguien le había hablado maravillas del amaranto andino, también conocido como amaranto inca o Kiwicha, un pseudo cereal que contiene más vitaminas y proteínas que la soja y que bien remojado, cocinado con caldo de carne y un bouquet garni serviría como un buen disparador espermatozoico. Fue así como comenzó a preparar tres veces por semana el plato libidinoso que los lunes era servido con apio y almendras tostadas; los miércoles, con nueces, polen y jalea real; y los viernes, acompañado de aceitunas y queso roquefort. La noche del primer sábado la dieta dio buenos resultados, no así el segundo, donde todo se vino abajo por más amaranto amorosamente preparado. Era probable que la fama de la dura y pequeña semilla, que es muy consumida en China, desde el punto de vista afrodisíaco fuera una leyenda más. Ese junio fue uno de los meses más aburridos de su vida y entonces, Mamina decidió, como dicen los franceses, cambiar las ideas y en julio “pour changer les idées” viajarían a París. Nuestra abuela puso su libido en planificar el viaje y la primera semana de ese julio movilizador pasó volando. Cuando a media semana el francés le propuso practicar la lengua Mamina no abandonó su idioma y habló con Galo a calzón quitado: los dos iban a esperar que llegara el 14 de julio para festejar esa fecha francesa con un gran coitus non interruptus en la ciudad luz. Nada fue dejado al azar y hasta en su necessaire de viaje todo estaría previsto, ya que amén de los remedios habituales como ácido acetilsalicílico para el dolor de cabeza, lotaradina para los estornudos y loperamida para la corredera, incluiría citrato de sildenafil para levantar la herramienta del francés. En las calles parisinas la gran noche llegó con música, bailes y desfiles. Gracias a la historia de Francia, Mamina y Galo pudieron festejar en grande la Toma de la Pastilla.

BERENJENAS EN BUENOS AIRES

A la hora de preparar milanesas de lomo de ternera, el alto y tóxico precio de la carne vacuna en Argentina nos ha llevado a buscar una alternativa sana y económica: hacerlas de berenjena.

Ingredientes, herramientas y voluntades
1 berenjena negra, brillante y grande como teta de monja correntina.
150 g de modesta y tímida margarina.
100 g de harina de soja no cotizada en los mercados de Rosario o de Chicago.
2 huevos de gallina entrerriana alimentada con balanceado sin hormonas.
2 dientes caninos de ajo de notable ortodoncia.
1 manojito de perejil; como sabemos, todo perejil es humilde e inimputable.
2 duros y benditos panes para rallar mientras se mira la televisión desgraciada.
1 pizca de sal que represente los mares de Santiago del Estero.
1 párpado de pimienta afanado de reojo en algún supermercado chino.
1 afilado y peligroso cuchillo de violencia cotidiana.
1 sartén, aunque de mango prominente, vieja, tiznada y golpeada por la indiferencia de todos los gobiernos.
Por último, 1 poco de cohibido y pálido fuego subvencionado con fondos públicos.
 
Acción y pasión
Corte la sabrosa carne de la berenjena en rebanadas delgadas y luego, con la punta del cuchillo, dibújeles rayuelas, tatuajes, corazones y flechas.
Derrita la margarina en la sartén y unte, con algo de ese óleo, ambas caras de las rodajas de berenjenas económicamente libres, socialmente justas y políticamente soberanas.
Pique sin ponerse triste, el desgraciado perejil y los ajos prominentes. Revuelque las rebanadas sobre esta picazón y golpéelas sobre la harina de soja para que los nutrientes del suelo de la patria se incrusten para siempre.
Una vez más, rompa los huevos y bátalos. Para no insultar a nadie, cante o silbe, y agregue a este batido la sal santiagueña y la pimienta china
Unte con este batido las rebanadas y luego, espolvoree sobre ellas el rallado pan del subdesarrollo. Golpéelas con la palma de su diestra para que la bendición del pan se impregne en las berenjenas hambrientas de fe y esperanza.
Fría las rebanadas en la sartén donde la margarina se derrite de amor para que pueda tener con estas falsas milanesas una pseudo felicidad en la mesa de su hogar.
Por si no lo había observado, la felicidad tiene forma de berenjena.

CARBONADA EN CALABAZA

En la patriótica ciudad de San Miguel de Tucumán siempre hay música, amor y trabajo. Las casi treinta señoritas que trabajaban en lo de doña Molina estaban dispuestas a formar compañía de baile folklórico y presentarse en el cabildo tucumano con número musical. Era principio de marzo y hasta el 9 de julio, tenían tiempo para organizar la movida y ensayar gatos, chacareras y malambos. Ejercer el oficio más viejo del mundo no les impediría salir airosas en el desafío de presentar el proyecto a la Comisión de las Fiestas Oficiales de la Gobernación de la Provincia de Tucumán. El pedido en cuestión lo firmaron como trabajadoras sociales. Doña Molina, que tenía el desmayo difícil, cuando supo que sus pupilas bailarían frente a la Presidenta de la República el Día de la Independencia durante el cumpleaños de la Patria, se puso pálida, le bajó la presión y se desmayó. Cuando llegó la ambulancia, la doña se despertó, volvió en sí y comenzó a dar órdenes. Vio en el camillero y en el chofer de la ambulancia dos clientes con algo de dinero y los hizo pasar para que fueran atendidos con descuento.
           Belisario Ledesma, ilustre rufián del Jardín de la República, patrón de la doña y dueño del inmueble donde funcionaba el quilombo, también se emocionó con lo del baile patriótico y prometió ayuda moral y financiera a sus chicas federales. Así las llamaba porque habían llegado desde de todas la provincias argentinas, aunque no pocas habían venido engañadas y otras tantas, sin documentación, y las menos, con pedido de captura o buscadas por el Departamento de Investigaciones de Ministerio del Interior del Gobierno Nacional; no obstante, para la policía tucumana, ellas no eran o no estaban. Ledesma sabía moverse con dádivas, disimulo y cautela. Lo importante era que no hubiera escándalos ni sangre para que el negocio funcionara al servicio de los clientes.
           En abril las chicas ensayaban en el patio todos los lunes bajo la dirección de un joven profesor de folklore a quien pagaban en especie. El primer gran ensayo con público lo realizaron en la localidad de Tafí del Valle a total beneficio de una escuela rural. Ese lunes 25 de Mayo, fecha patria y feriado nacional, fue un debut promisorio. Una de las chicas de Buenos Aires había conseguido que un cliente generoso pusiera a disposición del grupo un modesto ómnibus que las llevó y las trajo de Tafí el mismo día. Otros clientes aportaron dinero para pagar el combustible; y otros, las vituallas. En esa presentación las chicas lucieron vestuario y calzado donado por la señora del gobernador, amén de unas largas carteras hechas con el mismo percal, prendas que al final del acto revolearon como sello propio del rubro callejero. Alguien bautizó al grupo como “Las chicas de los billetes” y bajo ese nombre, en junio y a pedido de la gobernación volvieron a presentarse ante un público expectante. El aplaudido evento se realizó en la cárcel para festejar el Día de la Bandera. La idea de adornar los vestidos con billetes de $ 50 y $ 100 fue de la doña. Los clientes se entusiasmaron en aportar papel moneda y hasta don Belisario colaboró en esa decoración.
           El gran día llegó con júbilo y como el espectáculo estaba marcado para las 15 horas, a la una el cuerpo de baile ya estaba almorzando una deliciosa carbonada preparada con carne de ternera, cebolla, tomate, pimentón, papas, choclos, zanahoria y orejones de durazno, plato que fue servido en calabazas, las que previamente habían sido ahuecadas y cocinadas con algo de azúcar en el horno de barro que estaba en el patio y donde también se habían preparado empanadas tucumanas para el trayecto. Una de las pupilas se había agenciado una damajuana de vino riojano que las puso más alegres que de costumbre. Sin tiempo para ninguna siesta, a las dos de la tarde se subieron al transporte del amigo, el que meses atrás las había acercado hasta Tafí del Valle. La doña vestida de seda y enjoyada se sentó cerca del chofer para seguir dando órdenes. En efecto, a los pocos minutos ordenó regresar a casa para ir al baño. Unos espantosos dolores de vientre le avisaban que los orejones de la carbonada querían salir galopando. –¡Que nadie se baje! fue la orden de la jefa que entró dando un portazo. Por la dosis de laxante involuntariamente ingerido, doña Molina iba a estar sentada un rato largo en el trono. Entonces, el bus en lugar de ir hacia el cabildo patriótico se dirigió hacia Monteros, un pueblo no lejano donde otro transporte, preparado para viajes de larga distancia, esperaba a las pasajeras con parientes masculinos avisados de antemano. Con destino a Buenos Aires, el ómnibus se llenó de abrazos, lágrimas y besos que recibieron a las bailarinas fugitivas. Después de kilómetros de alegría en la ruta, aún seguían contando la película y antes de pegar un ojo para intentar dormir algo, todavía tenían que enviar mensajes por teléfono, dar cuenta de las empanadas, brindar con lo que tenían a mano y con todas esas emociones juntas, entonar el Himno Nacional. En el Día de la Independencia y haciéndole honor a su nombre, ese 9 de Julio fue un día de buen provecho, el plan Calabaza había funcionado: “Calabaza, calabaza, cada una pa’ su casa”.


CH, D, E,


CHAUCHAS, CHAMPIÑONES Y CHÈVRE
La tarta de chauchas, champiñones y queso Chèvre es deliciosa, pero produce sonoridades internas. Lo sabe Charlotte que siempre prepara la tarta, lo sabe su marido que la aprueba y a veces, la desaprueba; y lo sabe su compadre, que también la ha probado, como aquella vez, y de esto hace mucho tiempo, que tuvo que hacerle Massachusetts a su comadre para ayudarla a eliminar gases. De esa ayuda nació Chantal,  quien años después y hasta el día de hoy, ama la chaucha, los champiñones y el buen queso de cabra.

 DAMASCOS AL DRAMBUI
Dominga preparaba damascos para seducir a Daniel, su novio más difícil. Primero, guardaba uno en sus partes íntimas, y después, lo maceraba en Drambuí. El gualicho enamoró a Danielito  hasta que ella lo dejó por obsceno. Después de un tiempo volvieron a verse y ella tuvo que acostumbrarse, Daniel le hablaba sin pelos en la lengua.
 
ESPÁRRAGOS AL ESTRAGÓN
El largo viaje del Papa por Colombia arruinó su aparato digestivo. Arroz con mariscos en Cartagena; arroz congrí, o moros y cristianos, en Medellín; y arroz en la Bandeja Paisa en Bogotá, terminaron secando el vientre del Sumo Pontífice. Plato último que también lleva frijoles, carne molida, chicharrones, chorizos, morcillas, tomate, aguacate, arepas y plátanos y huevos fritos. Como primera medida cautelar, fue llamado con urgencia el Consejo de Cocineros del Vaticano. Si estos no apuraban el trámite, serían llamada la Junta Médica Pontificia, que como todo el mundo sabe, está arreglada con la prensa. La consulta se realizó on line y para evitar que se filtrara la noticia, el cardenal y secretario papal pidió una dieta efectiva para “el obispo”, quien se encontraba “en el atolladero”. No es improbable que el funcionario del eufemismo y de las metáforas hubiera leído un cuento del Marqués de Sade con ese título: “Un obispo en el atolladero”, relato donde lo atascado era una carroza y no un bolo fecal. Antes de recordar esa página literaria, debemos decir que el francés Donatien Alphonse François de Sade era un escritor católico, autor de “La filosofía en el tocador”, “Juliette o las prosperidades del vicio”, “Las ciento veinte jornadas de Sodoma”, entre otras tantas de sus obras que estuvieron incluidas en el Index librorum prohibitorum, es decir, en una famosa lista negra que no ha perdido vigencia. El afilado argumento que salió de la suave pluma de Sade es el siguiente: El decrépito obispo de Mirepoix, que hacía todo lo posible para ser visto como un santo, iba en su carroza a visitar el influyente, y también amigo de púlpitos y campanas, obispo de Palmiers, pero por culpa del horrible e hipócrita camino que unía a esas dos cínicas ciudades, la carroza se atascó de tal manera que los creyentes caballos no pudieron hacer nada. Entonces, el cochero muy enojado habló con el prelado:
–Monseñor, mientras usted permanezca en la carroza mis caballos no podrán dar un paso. 
–¿Y por qué no? –respondió el obispo.
–Porque es absolutamente necesario que yo suelte una blasfemia y vuestra ilustrísima señoría se opone a ello. Así, pues, haremos noche aquí si usted no me lo permite.
–Está bien, contestó el obispo haciendo la señal de la cruz.
–Podéis blasfemar, pero lo menos posible.
El cochero se desahogó y los caballos arrancaron. Monseñor subió al carruaje y pudo llegar a tiempo y sin novedad al banquete que ya estaba siendo servido en el palacio del obispado de Palmiers.
La receta del Consejo de Cocineros del Vaticano dictaminó esparrágos al estragón y que luego de la ingesta, su Eminencia se desahogara con una gran puteada en alemán. Como razones para esto último en la Iglesia Católica Apostólica Romana no le faltaban, así lo hizo y la hora de haber probado el delicado sabor de los tiernos brotes de espárragos, que con poca sal, aceite y vinagre de manzana fueron cocinados al vapor con el perfume ligeramente anisado del estragón, pudo defecar como Dios manda.

Feijoada con Farofa / Guacamole en Guatemala

 
                                                    FEIJOADA CON FAROFA
Quienes escriben que la secta de la Feijoada tuvo su origen en San Salvador de Bahía, y la derivan de la restauración del sincretismo religioso que sucedió a la muerte de Pedro I, alegan textos de Luís da Câmara Cascudo y de Luís Cristovâo dos Santos, pero ignoran o quieren ignorar que la denominación corresponde a Gente de la Costumbre, o Gente del Secreto o una derivación de algún pueblo de África. Miroslav  Scheuba y no Schueba –siempre poeta, nunca antropólogo y que supo preparar la feijoada con frijoles negros, un costillar de marrano, arroz, tocino, ajo, pimienta, sal, hojas de couve y abundante farinha de mandioca y aceite de dendé para preparar la farofa– en otro de sus panegíricos ha equiparado los sectarios de la Feijoada a los gitanos. En Brasil, Paraguay, Uruguay y en Argentina hay gitanos y también hay sectarios. Los gitanos del oficio de la herrería pasaron al rubro automotor y los sectarios que solían ejercer felizmente las profesiones liberales, ahora ejercen la gastronomía, la diplomacia o el narcotráfico. Los gitanos configuran un tipo físico y hablan, o hablaban, un idioma secreto; los sectarios se confunden con los demás y la prueba es que no han sufrido persecuciones. La secta de la Feijoada, con sus teólogos, patriarcas y viajeros, nos ha llevado desde las pampas gaúchas de Río Grande do Sul hasta las costas celestiales de Salvador de Bahía, y desde allí, al infierno verde de la selva que está cada vez más lejos porque se pierde en los huesos amazónicos donde la noche está poblada de monstruos y laberintos. Nunca más volveremos a preparar una feijoada y muchos menos, podremos indagar su verdadero origen ya que el día se demora por la lluvia torrencial que se enreda con los árboles y todo es sombra, humo y pantano. Seres imaginarios hablan una lengua antigua con la cadencia de una plegaria. Unos troncos huecos sin corazón ni sangre son tocados como tambores; es la despedida. No podemos preguntar nada porque una garra nos aprieta la garganta y nos vamos quedando sin aire, pero al fin uno logra despertar.

Este tipo de sueños recurrentes lo suelen tener los cocineros que leen demasiado a Borges.

 GUACAMOLE EN GUATEMALA
Rigoberta salió a su abuelo, pero era interesante, tenía el encanto de poseer las manos más lindas del mundo. Cuando cocinaba, los vecinos de El Sagrario, el viejo barrio de la ciudad de Guatemala, decían “hoy la Rigo se ha enamorado…está cocinando.” Sus manos morenas desprovistas de anillos se movían con sensualidad y la cebolla que picaba finito para el guacamole no la hacía llorar sino sonreír. Sus manos, que eran como las manos de una virgen, muy parecidas a las de Nuestra Señora de Guadalupe, jugaban con los dos jitomates que eran picados con pudor y suavidad. Luego, los tres aguacates eran desvestidos y acariciados y con sumo placer, los unía a la pasión carnal que se completaba con la llegada ardiente de cuatro chiles eróticos. Suspiros de sal, jadeos de pimienta, cosquillas de limón y al fin, una lubricación con aceite. El oscuro rostro de la joven no era bello ni sabroso, toda la belleza y el sabor de Rigoberta estaba en sus hermosas manos que en la cocina sabían hacer el amor.

HIGUERA HACEDORA

La bíblica higuera que alimentó y vistió a los primeros huéspedes del Primer Jardín y que estuvo en los parques y terrazas de Babilonia entregando monedas para los inviernos, es también la planta sagrada que en Roma cobijó a la loba Luperca. Es la misma higuera que saludaron los incas y que más adelante fue cantada por el Inca Garcilaso para las cocineras de Cuzco y siglos después, por Juana de Ibarbourou para las maestras de Montevideo, Buenos Aires y Santiago. La higuera, madre bífera y refloreciente, es la amiga de las avispas y de la luna llena, es la guardadora de miel de glándulas endocrinas y la hacedora de testículos vegetales.