Cuenta una leyenda
china que la anciana naturaleza durante su juventud había imaginado
una flor o una fruta para cada especie por ella creada. De tal manera
que para las abejas, imaginó las uvas; para las mariposas, las
granadas; y para el ruiseñor, el fruto de la pasión. Mas una noche
de insomnio y dragones, se dio cuenta de que el dragón no tenía
fruta alguna. Al día siguiente bien temprano, subió a los montes
buscando alguna sugerencia y en el camino se cruzó con un mono
sinvergüenza que la inspiró. Por fin los ácidos dragones tendrían
su fruta rugosa que salió durita y ovoidal como los kiwis de un
mono.
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