Es increíble y
asombrosa la inteligencia y el entusiasmo que ponen los mexicanos
para entrar y salir de las cárceles en carros de lavandería, en
muebles, valijas, barriles, ambulancias, ataúdes, laberintos y
hasta en un helicóptero pintado con los colores del Regente de la
ciudad que aterriza en el patio de la prisión, etc. Hubo una
escapatoria bastante ruidosa y polvorienta que aconteció en el
Reclusorio Preventivo Varonil Norte que permitió que treinta
convictos huyeran a los tiros. Cuando se investigó la balacera de la
fuga, las autoridades carcelarias comprendieron porqué las visitas
de los presos todas las semanas llegaban con abundante cantidad de
variadas frutas. Las balas habían estado entrando al penal con las
vitaminas de las zapotillas y de los zapotes negros, blancos y
amarillos. Desde entonces, a la entrada del reclusorio, un aparato de
rayos X los tiene siempre presentes con una nostalgia frutal por
colores, sabores y perfumes.
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