lunes, 26 de noviembre de 2012

ENTRADA / AMARANTO

E N T R A D A
Miroslav Scheuba, poeta y cocinero como le gusta definirse, nos convida acá con los más suculentos, picantes, sorprendentes e incitantes sabores, texturas y colores, basados en platos-palabras prolijamente dispuestos por orden alfabético. Del amaranto a los zapotes y zapotillas, Miroslav despliega su metafórico menú y con un paso extra de buen equilibrista sobre la cuerda floja, titula con los signos que más nos interpelan hoy en día –pesos, numeral, arroba– una breve crónica de los estimulantes vahos o el recuerdo de ellos que quizá lo acompañaron en el momento de trasladar las recetas de la marmita de su cacumen a la bandeja de la microliteratura en una degustación plena de exultante variedad.
Pero su munificencia no se limita a los textos. También nos brinda los instrumentos, implementos o herramientas –extrañamente llamados “cubiertos”– que empleó para preparar su sabroso menú. A saber:
La cuchara para no desperdiciar ni la más mínima gota de jugo significante.
El tenedor para pinchar cada palabra aromática y precisa, cazándola al vuelo.
El imprescindible cuchillo para cortar por lo sano y mantener estos escritos “eróticos, gastronómicos y despiadados” dentro del rigor impuesto por la muy demandante microficción misma, la que puede ser considerada la nouvelle cuisine de la narrativa.
Luisa Valenzuela

AMARANTO

Cuando nuestra abuela materna quedó viuda, se buscó un marido más joven y francés; tener una buena calidad de vida sexual era muy importante para ella. Sin embargo, después de un año de matrimonio, Galo comenzó a fallar. Mamina no se desesperó, se sabía buena cocinera, arte que le permitiría solucionar el asunto a la brevedad. El francés bien alimentado iba a mejorar, en caso contrario, estaba decidida volver a enviudar. Alguien le había hablado maravillas del amaranto andino, también conocido como amaranto inca o Kiwicha, un pseudo cereal que contiene más vitaminas y proteínas que la soja y que bien remojado, cocinado con caldo de carne y un bouquet garni serviría como un buen disparador espermatozoico. Fue así como comenzó a preparar tres veces por semana el plato libidinoso que los lunes era servido con apio y almendras tostadas; los miércoles, con nueces, polen y jalea real; y los viernes, acompañado de aceitunas y queso roquefort. La noche del primer sábado la dieta dio buenos resultados, no así el segundo, donde todo se vino abajo por más amaranto amorosamente preparado. Era probable que la fama de la dura y pequeña semilla, que es muy consumida en China, desde el punto de vista afrodisíaco fuera una leyenda más. Ese junio fue uno de los meses más aburridos de su vida y entonces, Mamina decidió, como dicen los franceses, cambiar las ideas y en julio “pour changer les idées” viajarían a París. Nuestra abuela puso su libido en planificar el viaje y la primera semana de ese julio movilizador pasó volando. Cuando a media semana el francés le propuso practicar la lengua Mamina no abandonó su idioma y habló con Galo a calzón quitado: los dos iban a esperar que llegara el 14 de julio para festejar esa fecha francesa con un gran coitus non interruptus en la ciudad luz. Nada fue dejado al azar y hasta en su necessaire de viaje todo estaría previsto, ya que amén de los remedios habituales como ácido acetilsalicílico para el dolor de cabeza, lotaradina para los estornudos y loperamida para la corredera, incluiría citrato de sildenafil para levantar la herramienta del francés. En las calles parisinas la gran noche llegó con música, bailes y desfiles. Gracias a la historia de Francia, Mamina y Galo pudieron festejar en grande la Toma de la Pastilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario