lunes, 26 de noviembre de 2012

Isla Iluminada / Jurare in Jabalí

ISLA ILUMINADA
Doña Adela Santa María Larraín, dama chilena con chalet en Vitacura, fundo en Los Andes y departamento en Reñaca, para el día de Santa Rosa comprobó fehacientemente que su marido la estaba engañando con una de las empleadas domésticas. Sin inmutarse, esperó que llegara el 19 de septiembre para ir a bailar la cueca con su chofer en las fondas y ramadas del Parque O’Higgins. No obstante, el día anterior y con motivo de las fiestas patrias, al padre de sus hijos y a “la Rosa” los puso de patitas en la calle. El 21, día de la primavera y para comunicar la novedad a su familia y relaciones, dio una cena en su casa. Como invitó más gente que de costumbre, tuvo que alargar la mesa que llegó hasta uno de los ventanales. La brisa de septiembre mantendría frescos los ramos de helechos y copihues rojos. El menú fue el de siempre: de entrada, empanadas al horno de barro; primer plato, cazuela de vaca; de segundo, locos con mayonesa; y de postre, isla flotante. Todo regado con Casillero del diablo, de la bodega Concha y Toro, propiedad de sus parientes los Larraín. La isla flotante era una tarea que nunca delegaba. Primero, vigilaba el caramelo hecho con azúcar, agua de rosas y jugo de limón que derramaba en un molde ovalado. Luego, batía la docena de huevos con cremor tártaro, maicena y azúcar en polvo; preparación que volcaba en el molde encaramelado y que al horno cocinaba a baño María durante una hora. También a baño María preparaba el sabayón, batiendo yemas de huevo, leche, azúcar blanca y vino Marsala; salsa que servía aparte. El postre fue servido en una ovalada fuente de plata. Para variar un poco, esta vez remató la decoración con doce cáscaras de huevo que hundió en la isla y que llenó de alcohol y encendió en el momento que su chofer apagaba las luces del comedor. Durante la cena doña Adela no siguió los pasos habituales, ya que una de las cáscaras encendidas se volcó sobre el mantel que enseguida se prendió fuego y antes de que fuera apagado por algún comensal, las llamas habían alcanzado un cortinado. Los bomberos, como suele pasar, llegaron demasiados minutos tarde y el incendio ya había ganado la biblioteca donde su ex marido había escondido varios paquetes de fuegos artificiales antes de viajar a Río de Janeiro, ciudad donde encargó la macumba.
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JURARE IN JABALÍ
La vida de este ser fue una permanente actividad de servicio hacia el logro de un encuentro de cucharas, tenedores y cuchillos donde distinguidos comensales han sido convocados. El Jabalí, aquí de cuerpo presente, fue un ejemplo de dedicación y de militancia natural es su indiscutible legado para un ágape, pero fundamentalmente para la reivindicación de las alternativas gastronómicas. La muerte de este valeroso camarada nos señala la necesidad de una lucha irrenunciable, cualidades que van unidas a una acción, a una conducta y a una doctrina. Cuando nos pregunten si este Jabalí murió en buena Ley, diremos que sí, porque el recuerdo de su sabor seguirá viviendo en La Fisiología del Gusto y otras apologías de la buena mesa. Este digno ejemplar vivió para encarnar la esperanza moral de una buena digestión más allá del fuego que ha purificado su carne, la que tiene que ser masticada con inteligencia y gratitud. El creía profundamente en las proteínas que defendió tenazmente bajo un marco de legalidad y justicia, por lo tanto, su mensaje siempre estará vigente. Con Jaba o Jabalito, o simplemente Lito para sus más íntimos, desaparece una de las figuras más puras y desinteresadas del salvajismo argentino, porque a lo largo de una vida que estuvo marcada por la valentía, supo poner mejor que nadie eso que otros no tuvieron. Courage is grace under pressure, palabras de Hemingway: Coraje es gracia bajo presión y él lo demostró con sus colmillos y sus ejemplos en las causas más nobles y sinceras, para enseñarnos cuáles eran sus ideales y porqué y para qué los había pregonado al igual que los más grandes animales salvajes de la patria, ejemplares que el día de mañana también vendrán a honrar esta mesa, porque a cada chancho le llega su San Martín.

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