La bíblica
higuera que alimentó y vistió a los primeros huéspedes del Primer
Jardín y que estuvo en los parques y terrazas de Babilonia
entregando monedas para los inviernos, es también la planta sagrada
que en Roma cobijó a la loba Luperca. Es la misma higuera que
saludaron los incas y que más adelante fue cantada por el Inca
Garcilaso para las cocineras de Cuzco y siglos después, por Juana
de Ibarbourou para las maestras de Montevideo, Buenos Aires y
Santiago. La higuera, madre bífera y refloreciente, es la amiga de
las avispas y de la luna llena, es la guardadora de miel de glándulas
endocrinas y la hacedora de testículos vegetales.
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